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¿Cuál será el futuro inmediato de la arquitectura dominicana?

6 de noviembre de 2010

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En esta nota de prensa el arquitecto Gustavo L. Moré comenta sobre su perspectiva sobre la arquitectura dominicana y la globalizacion. cabe destacar que, Actualmente el arquitecto More es uno de los mas destacados exponentes de la arquitectura dominicana, entre sus obras se destacan el edificio de la Suprema, el parque central de santiago, entre otras.

Llegar a la ciudad de Santo Domingo desde el Aeropuerto Internacional de las Américas produce un desconsuelo sin par: todo a medio talle, sin terminar o mal comenzado, realizado con una escasa orientación en el desarrollo de proyectos, sin que hayan sido ventilados públicamente, ni concertados, ni estudiados, ni evaluados correctamente. Gran parte de la ciudad luce caótica, con jardines y espacios públicos descuidados, vías peatonales inexistentes y con un tráfico denso, sólo aliviado por la función que, más mal que bien, desempeñan los viaductos y expresos vehiculares a lo largo de las avenidas principales.

Después de cinco siglos Santo Domingo es todavía una ciudad en transición. El más viejo asentamiento del continente después de la llegada europea a América es también el más joven en pertenecer a la lista de metrópolis americanas en alcanzar similar población o superficie. El último lustro ha visto con asombro la densificación paulatina del espacio urbano, sobre todo en sus áreas centrales. Este crecimiento, si bien pronosticado, ha sido producto de una enorme presión económica sobre el suelo. Como indicador baste señalar que el precio del metro cuadrado se ha triplicado en los últimos 10 años.

Es notable la gran pujanza de iniciativas inmobiliarias que hasta ahora, y en defecto de una estrategia pública de acción, lucían la única alternativa para el consolidamiento de territorios estratégicos por su centralidad, y por sus posibilidades de acudir a una dotación de infraestructura ya inevitable. Producto de una idea de ciudad -propuesta desde el municipio-, de barrios funcional y formalmente caracterizados en polígonos, y de una estabilidad y un crecimiento macroeconómicos, docenas de torres de apartamentos y de oficinas, al igual que plazas comerciales de la más diversa configuración se han levantado en el Polígono Central, en el Evaristo Morales, en El Vergel, en barrios de apenas 40 años de edad, y se han extendido hasta barrios tradicionales como Gazcue, Ciudad Universitaria, La Esperilla y otras zonas hoy hasta cierto punto satélites al universo urbano de mayor actividad comercial.

Esta vertiginosa tendencia acusa una innegable baja al momento de escribir estas líneas, consecuencia directa del cambio de administración efectuado en agosto del 2000, y de una notable desaceleración de la economía internacional. Según Edwin Ruiz, del Listín Diario (29/7/01), “La pobreza crece en las ciudades del país, a pesar del crecimiento económico, debido a la inmigración interna y a la escasa eficacia del gasto social”. Fenómeno archiconocido en todo el continente, que hoy sufre las penurias de décadas de ignorancia, mala administración y despojo impune del patrimonio público.

En otro artículo del Listín Diario, el ex-presidente Leonel Fernández pregunta:

“¿Qué es lo que pasa? ¿A qué se debe que durante el primer trimestre de este año la economía nacional decreciera en -1.5%? ¿Por qué el comercio ha reducido sus ventas en más del 40 por ciento? ¿Qué es lo que explica que el sector de la construcción se encuentra en una virtual parálisis? ¿A qué se deben tantos apagones? En fin, ¿qué es lo que pasa?”

Si este es el estado de cosas, ¿Cómo entonces explicar la presencia de tantos proyectos inmobiliarios nuevos destinados al comercio y a oficinas, cuando las expectativas económicas y sociales parecen indicar con claridad una inminente reducción de los mercados? ¿Cómo explicar analíticamente estos negocios desde la lógica de una sana inversión en los bienes raíces? En la actualidad no menos de 500,000 metros cuadrados están siendo construidos, la gran mayoría por consorcios mixtos domínico-venezolanos, domínico-salvadoreños, domínico-colombianos, etc. Muchos de ellos, de una escala desconocida para la arquitectura y el urbanismo locales, han sido y están siendo diseñados por arquitectos extranjeros, modalidad de intervención profesional que amerita, por otro lado, una reflexión más profunda.
Para evidenciar una posible arquitectura actual dominicana no queda otro remedio que recorrer los caminos de su producción. Después de todo está para todos claro que la arquitectura es un proceso resultante de la actividad económica y social de un determinado grupo cultural. Es preciso, entonces, rebuscar en los orígenes de estas iniciativas para poder predecir sus resultados.

Desde el punto de vista del hecho físico, es posible reconocer un cambio de actitud: no sólo el volumen de obra sino el estilo -si es posible hablar en estos términos todavía- parece estar orientándose hacia otras tendencias. Proyectos de una marcada influencia moderna, con materiales y tecnologías de vanguardia para el área, son cada vez más evidentes en las vallas y folletos de propaganda de las iniciativas. Lo que prometía en los años 80's y 90's ser un regionalismo críticamente responsable, producto de años de investigación y búsquedas de todo un grupo de arquitectos locales se está marginando por una arquitectura de catálogo, correspondiente a otras sociedades, a otras determinantes culturales. Nada nuevo: la anunciada globalización debiera al menos proporcionarnos una arquitectura climáticamente apropiada, si bien ajena y propicia a todo cambio.

Lo que está pasando no deja de ser interesante. Por la vía de oficinas como RTKL (Baltimore), Sandy and Babcock (Miami), VOA (Chicago), Daniel Bermúdez (Bogotá), GVA (México) y otras de no menos prestigio comercial, se está tejiendo un nuevo entramado que sin dudas acomodará los flujos de un nuevo gusto en la clientela local, al cual la arquitectura dominicana no podrá sino seguir o enfrentar con ciertos matices. Pienso que a la larga el proceso de destilación puede ser muy interesante, si se sabe abordar con el rigor que exige.

¿Qué ocurre mientras tanto con las propuestas nacionales?

mas informacion: Gustavo L. Moré
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